Normalmente el alumnado acude a las clases de matemáticas con un halo interiorizado de padecimiento, pero en Florida Universitària nunca se sabe lo que el día te puede deparar y es en las clases de Marisa, la mate-maga, cuando todo puede ocurrir como en una de las aventuras también matemáticas de Alicia en el país de las maravillas. Avisándonos desde la puerta con su particular emoción y viveza se escuchó:
─ ¡Todas a la calle!, hoy daremos la clase al sol.
Y fue así, ataviada con una pizarra portátil, rotulador y borrador en mano, como nos explicó ese día al sol de Catarroja el mínimo común múltiplo y el máximo común divisor, o mejor dicho, cómo nos instó a deducir de manera lógica, gradual y comprensiva el tema del día de manera relajada y al solecito, beneficiándonos de todas sus ventajas…