Hoy más que nunca es preciso apostar por la introducción de un currículum transcultural en las escuelas, paso necesario para hacer efectiva una educación inclusiva. Las IV Jornadas Internacionales de la Diversidad, celebradas los pasados días 1, 2 y 3 de junio en Florida Universitaria, nos dejaron ésta y otras muchas enseñanzas.
En esta línea de ahondar en un currículum transcultural, estas Jornadas nos han brindado la oportunidad de, por ejemplo, disfrutar de múltiples propuestas metodológicas aplicadas a aulas de todas las etapas escolares. Al mismo tiempo, en una de las mesas redondas, titulada Transculturality and transethnia in the bases of educational exclusion y moderada por el periodista Joan Oleaque, tuvimos el privilegio de contar con voces como las de Sofía El Khatib, miembro activa del Projecte RIU de Alzira, o Carla Santiago, presidenta de la Federación Red Artemisa, junto con Paulina Santiago, su hermana, gitana y licenciada en Farmacia, todo un ejemplo de superación. La mesa se completó con Robert Serban, representante de la Asociación Mergi Inainte, de Rumanía, experto en el Proyecto PAL junto a un servidor, contra la discriminación y el antigitanismo en los campos de la educación y el empleo a nivel de la Unión Europea. En realidad, entre el público se encontraban varios miembros del Proyecto PAL, en el que Florida participa, cuya presencia confirió de internacionalidad a las Jornadas en la medida en que procedían de múltiples países de la Unión Europea (Hungría, República Checa, Grecia, Italia, Francia, Bélgica,…), todos ellos reunidos en Florida Universitaria también por motivo de una Reunión del Comité Directivo (la 3ª desde que se inició el proyecto en enero del 2016) prevista en la víspera de las Jornadas para fijar líneas de actuación en la recta final del proyecto.
Los temas abordados en la mesa, sumamente interesantes, desembocaron en el currículum transcultural. Siendo un tema de absoluta vigencia en la actualidad, hablar de currículum transcultural es reconocer una realidad indiscutible e inevitable en nuestras aulas, su diversidad, realidad que, lejos de constituir un problema, debería verse como un bien muy valioso que debemos saber aprovechar. En concreto, se denunció, entre otras cosas, la invisibilidad de la población gitana en los libros de historia y el currículum en general. No es que haya una representación estereotipada de los gitanos en las aulas, sino que sencillamente quedan excluidos de ella, como si no existieran. Al mismo tiempo, se pusieron de manifiesto las dificultades que conlleva el mero hecho de ser gitano/a, en tanto que elemento de estratificación que condiciona la trayectoria vital en su conjunto. Resaltó también la responsabilidad de la escuela, que parece incapaz de gestionar la diversidad, o la necesidad de dar visibilidad a las trayectorias de éxito existentes en este colectivo, con el objetivo de romper de una vez por todas con estereotipos nocivos y hacer que se conviertan en referentes o modelos a seguir en el imaginario de los niños/as, reconfigurando para bien sus expectativas de futuro.
En suma, frente al currículum tradicional, que proyecta una visión sesgada y etnocéntrica del mundo e ignora sistemáticamente la diversidad cultural, la mesa sostuvo que la escuela debe reinventarse, especialmente ahora que ha dejado de ser la única ventana al mundo y ha de competir con otros actores (Internet, por ejemplo); debe formar en diferentes disciplinas (matemáticas, lenguaje, etcétera), pero también debe preparar ciudadanos con valores, uno de ellos, el respeto por la diferencia. La función de la escuela debe ir más allá de la función económica. Tal como se dijo en la inauguración de las Jornadas, la escuela no debe olvidar nunca que tiene un fin personal (de desarrollo del yo), cultural (de conectar el yo con la sociedad en la que vive) y social (de conexión con los demás para la transformación de la sociedad). Debe, en fin, erigirse en espacio de educación inclusiva, que cuente con la acción coordinada y participativa de los tres pilares básicos: profesorado, alumnado y familias, no como bloques homogéneos, sino reconociendo y haciendo visibles, desde un plano empoderador y de igualdad, todas sus voces, toda su diversidad, especialmente la de aquellas minorías que per se sufren un mayor riesgo de exclusión social.