Paulina Santiago, ejemplo de superación y lucha dentro del colectivo gitano

Las mujeres gitanas son doblemente discriminadas. Por ser gitanas y por ser mujeres. A estos elementos de estratificación social, que influyen en la posición que finalmente se ocupa dentro de la sociedad, pueden solaparse otros, como la falta de estudios o el hecho de ejercer trabajos desregularizados, además de mal pagados. Los estereotipos tienen un papel determinante en las posibilidades de vida de muchas personas, especialmente de aquellas que pertenecen a minorías que históricamente han estado en riesgo de exclusión social, como es la población gitana.

Con el objetivo de terminar con estereotipos y prejuicios que alimenten la discriminación de estos colectivos desfavorecidos, desde Florida Universitaria, en colaboración con otras instituciones del ámbito de la Unión Europea, estamos recopilando historias de éxito dentro del colectivo gitano y en el marco del Proyecto europeo PAL, contra la discriminación y el antigitanismo en las áreas de la educación y el empleo.

Una de esas historias la protagoniza Paulina, residente en Madrid, una de las gitanas más fuertes y cultas que conozco. Aunque defina su infancia como feliz y equilibrada, Paulina no tuvo una infancia fácil. A menudo víctima de acoso escolar, el hecho de ser hija de un gitano guardia civil la llevó a ser considerada paya entre los gitanos y gitana entre los payos. Creció entre Linares y Madrid, muy unida a su familia, especialmente a sus padres y hermanos, unión que siempre ha estado por encima de todo en su vida.

Gran aficionada a la literatura y al cine, en su hogar siempre se fomentó la formación y la educación como un bien muy apreciado. Su abuelo fue alcalde de Jabalquinto, en Jaén, un hombre sabio que sabía el valor de la educación y la importancia de estar bien formado. Esta actitud, que se transmitió de padres a hijos/as, dio lugar a toda una generación de farmacéuticos, abogados y médicos en la familia.

El apoyo incondicional de su padre hizo que para ella estudiar siempre fuera fundamental. Fue a un colegio de monjas en Linares y más tarde se matriculó en el CEU, en la facultad de Farmacia, donde se sacó el título de farmacéutica. Realmente estudió Farmacia por vocación, para ayudar a los demás, llegando a ejercer como tal durante años. Hoy en día colabora habitualmente con asociaciones de mujeres gitanas y tiene como prioritaria la educación de sus hijos, hacerles ver que su futuro dependerá de su formación y apoyarles en todo lo que necesiten para conseguir sus objetivos.

Paulina fue la primera licenciada gitana de la Comunidad de Madrid, lo que le valió recibir el premio Enrique Maya al emprendimiento en el 2013 y ser considerada todo un referente a seguir. Siente un profundo respeto y afecto por la cultura gitana, por el valor que se le da a la familia y el amor a los más mayores. Ha luchado y sigue luchando diariamente por que no se pierdan los valores de la cultura gitana, su identidad. Es una convencida de que es posible la integración en la sociedad sin necesidad de renunciar a las raíces. Todo cambio ha de venir de la mano de la educación. La educación es fundamental para desarrollar las capacidades y conseguir libertad personal. Aunque aún queda mucho por hacer, afortunadamente cada vez son más las mujeres gitanas que triunfan en la vida y que son reconocidas dentro de la sociedad. La voz ya la tienen (muchas voces, de hecho). Sólo necesitan visibilidad y canales a través de los cuales hacerse escuchar.

Equipo coordinador del Proyecto PAL desde Florida Universitaria: Víctor Soler (coord.), Carmen Campos, Laura Uixera, Mavi Corell y Carlos B. Gómez

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